lunes, 30 de noviembre de 2009

"Mi carta para el Principito", por Lucía Muñoz Arrabal

    

     ¡Hola, Principito! Quiero que sepas, que de entrada yo no llegué a ti por gusto, sino por imposición. Además, por aquel tiempo yo tenía catorce o quince años y todo aquello que me era impuesto lo odiaba directamente, bueno, aún lo odio; tú, como aún eres un niño, pues no has llegado a esa edad, tan tonta, llamada del pavo, en el que no sabes muy bien quien eres, ni hacia donde vas.
     Encima te tuve que traducir del francés y no entendí nada de lo que decías y menos aún de qué iba tu historia. Así que el día que terminé el trabajo y se lo presenté a la profesora de Francés, ahí acabó mi relación contigo, pues te abandoné seguramente en algún rincón de esos llamados desastre, que mi madre normalmente una vez al mes literalmente tiraba a la basura sin preguntar.
     Ahora, con los años he vuelto a ti, mediante Internet, ¡quién me lo iba a mí a decir a los catorce o quince años, que habría un espacio, un aparato, una caja de Pandora, o una caja, ésa que te dibujó tu amigo en el desierto, y la que contiene todos los mensajes y todas las respuestas! ¡Cómo iba yo a imaginar que en esa caja, dando a unas teclas, entraría en un mundo cuasi infinito, donde poniendo tu nombre, ahí estabas tú, tan guapo con tu traje de capitán de barco, o napoleón, o algo así, me pareces, con tus cabellos rubios movidos por el viento, tu bufanda y tus botas bien lustradas.
     A lo mejor si en aquella época de los catorce años me hubiese fijado más en ti, pues tal vez me habría enamorado un poquito de tu persona, por tu porte distinguido, tu inocencia, tu amor por la rosa y conocer mundos diferentes.
     Yo como tú Principito, también he vivido a veces en mundos pequeñitos, tan pequeñitos que hasta yo quería desaparecer con él. También tuve esa etapa de preguntar y preguntar por cosas que se dan por hechas, y que no interesan a los mayores, que están en sus mundos de trabajo, de rutina del día a día.
Ahora yo me considero más como tu amigo el Aviador, que es un adulto que intenta razonar y a la vez actuar como un niño, pero en realidad se que ya no lo soy, y por momentos intento ser esa niña que llevo dentro, aunque sea, escribiendo.
     También como tú yo he necesitado de un Cordero, de una persona, para que me resolviera los problemas, quien no, pero a veces esos amigos o personas que nos ayudan, resulta que también sin querer nos pueden dañar, pero es parte de la amistad, el amor y la vida. Y uno debe saber perdonar.
     Como tú también tengo Volcanes, esos trabajos, tareas o cosas que debemos realizar cada día para que todo siga su curso, aunque algunas de ellas no nos gusten hacerlas, como por ejemplo planchar, odio planchar, yo supongo que tú nunca has tenido ese problema, siempre vas con la misma ropa.
     Tú amas a tu Rosa, es tu enamorada; pues yo tengo mi Clavel, al cual también a veces le pongo biombos y globos, para protegerlo, pero no lo hago en exceso, pues demasiado celo podría dañar a mi Clavel en vez de protegerlo.
     Yo también visité el país donde había un Rey, eso fue sobre los trece años, mi Rey era guapísimo, tenía el pelo negro rizado, y cuando sonreía se le hacían unos hoyuelos en las mejillas que me volvían loquita. Durante un tiempo fue mi planeta, acaparaba mi pensamiento, mis sentimientos, mis sueños, mis ideas y hasta mis horas de estudio. El Rey mandaba en nuestra llamémosle relación, porque en realidad nunca llegó a ser tal. El mandaba y decidía a donde ir, a que jugar, cuando verme o no. Pero yo pronto descubrí que aquello no me gustaba y le dejé plantadito en su trono de niño guapo engreído y mandón.
     También pasé por el planeta Vanidoso, pues a quién no le ha gustado de joven ser admirado en algún momento, o quien no se a mirado en los espejos o escaparates, sobre todo las chicas, nos encanta mirarnos después de salir de la peluquería, de estrenar ese vestido, falda o blusa o unos zapatos nuevos.
      La experiencia, qué es buena consejera, me ha hecho seguir siendo un poquito vanidosa, pero a la vez deseo más que me admiren por mis hechos, palabras y sentimientos hacia los demás. Porque si uno se pasa de vanidoso termina por estar más solo que la una.
     También he vivido en el planeta Borracho, he pasado por momentos de falta de voluntad para hacer cosas, en los que me ha costado superar ciertas dificultades, miedos, inseguridades y complejos, e incluso me cuesta ahora superar la perdida de un ser muy querido. Pero el Borracho de tu planeta se avergonzaba de beber y seguía bebiendo, y yo en cambio, no me avergüenzo de reconocerme esas cosas, y pido ayuda, que es lo más importante para superar esas situaciones.
     Por el planeta Hombre de los Negocios, no he pasado, y mira que yo vivo de eso, de un negocio, pero fíjate que no me llama la ambición, bueno, si lo pienso… Si que lo habité. Dejé de ser lo poquito inteligente que soy y me dejé arrastrar por la ambición política, pero supe reaccionar a tiempo, y largarme de ese planeta a las primeras de cambio, porque Principito, ¡no hay nada como disfrutar de la libertad de expresión aunque parezca una contrariedad con la política, y sobre todo disfrutar de las cosas de la vida!
     El que sí habito, es el planeta de tu amigo Farero. Será porque me atraen desde siempre los faros, ahi algo en ellos que me llaman la atención, porque los faros son la luz, el camino, los guías de los que andan perdidos, o para que no se pierdan en la oscuridad. Como tu amigo Farero, me gusta hacer lo que debo hacer, me gusta comprometerme y tener lealtad, y a veces me absorbo tanto en esos compromisos que me resto tiempo para mí misma, es sólo que en cuanto me doy cuenta de ello, me digo: «Para el carro tía, que te estás pasando» y me siento en una silla como tú Principito, a ver atardeceres y amaneceres, y si hace falta mover la silla pues la muevo para ver cuantos más mejor.
     El Planeta del Geógrafo, también me gusta habitarlo, porque adoro aprender cada día cosas nuevas, pero yo no soy como él, yo salgo de ese planeta y experimento por mi misma, porque hay cosas e instantes efímeros, y si nos las captas en el momento, las pierdes para siempre.
Por último está el planeta Tierra, al que te recomienda el Geógrafo, que como sabio que es, sabe que es el mejor de los planetas, el que incluye todos los anteriores, y además miles de rosas, claveles, margaritas y demás especimenes, todas y todos ellos maravillosos, terribles, adorables, irritantes, bondadosos, estúpidos, bellos,agradables,maltratadores-abusadores-dictadores-idiotasrematados-alucinados-religiosos-Locos―cuerdos―amorosos―imaginadores―fantasiosos, y un sin fin tan grande como podría haber sido tu planeta Principito, si te hubieses dado cuenta desde el primer día que amabas a tu Rosa, que no debías de haberla protegido tanto y así ella no se hubiese irritado, y no te habrías marchado para dejarla sola, y luego estar la mar de preocupado buscando planetas donde encontrar la solución para que a tu Rosa no le pasara nada. De pronto un día ves miles de Rosas y te decepcionas, pero lo bueno de todo es que al final, te das cuenta de que tu Rosa es única y especial, por un amigo, El Zorro. Es bueno tener amigos en los que confiar y que te den buenos consejos.
     Lo que siento de veras Principio y no entiendo, es porqué tuviste que suicidarte, fue tu decisión y la respeto, pero no la entiendo, ¿por qué debías morir para poder llegar a tu rosa, y a tu planeta?, si tenías ante ti la caja que encerraba en ella toda la imaginación y fantasía que habría hecho traer a la tierra a tu rosa, o haberte llevado a tu planeta con tu rosa y juntos haber crecido, aprendiendo y viajando hasta hacer de tu planeta un mundo extenso y maravilloso.
     Bueno, me despido de ti Principito. Espero no haber sido muy pesada contigo, y que no te de la tentación de arrojar a uno de tus volcanes esta carta.

     Tu admiradora tardía.
Lucia.

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